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Ayer aproveché el día de asueto para poner el pino de Navidad en mi casa.
Como esta actividad me gusta mucho, me levanté temprano para sacar toooodos los arreglos de abajo de la escalera, donde los guardamos cada año...
Empecé sacando cajas, cajitas y finalmente la gran cajota donde estaba el pino, las luces y todo el ajuar navideño...
Sacar todo no es difícil, lo complicado es acomodarlo nuevamente y que puedan cerrar las puertas de madera sin que al abrirlas salte todo lo que hay adentro, pero bueno, ya me ocuparé de eso cuando acabe la temporada navideña...
Hace dos años que mi mamá compro ese inmenso pino que para armarlo es todo un problema, porque hay que subirse a escalera para colocar las ramas de la parte superior y luego ir bajando hasta terminar literalmente acostada en el suelo para colocar las últimas...
Siempre hago esto sola, porque soy la desesperada que quiere armar y decorar toda la casa lo más pronto posible, así que muy poca gente en la casa me sigue el juego hasta que me ve desesperada por terminar...
Pero ayer fue diferente porque mis papás me ayudaron desde un principio. Mamá y yo nos dividimos un lado del pino mientras mi papá separaba las ramas y nos las iba pasando.
Luego mamá y yo colocamos las lucecitas y lo llenamos de esferas y monitos por todas partes. Quedó muy bonito...
Pero después de eso me vino una extraña sensación porque empezamos a platicar cómo le haríamos este año para la cena de Navidad y Año Nuevo...
Este es el primer año de casada de mi hermana y pues es lógico que divida esos días con su marido, es decir, un cena con nosotros y la otra con su segunda familia...
Imagino que Navidad será con nosotros porque además es mi cumpleaños, pero el Año Nuevo será muy extraño porque si no está, sólo quedaríamos nosotros tres y ahí fue cuando me empecé a sentir extraña...
Creo que estas celebraciones van a ser muy diferentes para mi y mi familia y honestamente el cambio me hace sentir nostalgia y un poquito de tristeza que no puedo evitar.